Tupe-Perú

Marka, Aysha y Qullqa

Irene Iturrizaga Dionisio (1888 -1990)

Dra. Martha Hardman

 Conocí a Doña Irene a finales de los años 1950. Mi profesor de antropología en San Marcos, Lima, me había solicitado un alfabeto con el cual escribir sus materiales etnográficos de Tupe. Empecé a trabajar con el Dr. Bautista, hablante nativo de la lengua hablada en Tupe, quien también poseía una beca, gracias al programa de Punto Cuatro, para estudiar en los Estados Unidos y quien necesitaba aprender inglés. Queriendo practicar más la lengua y le pedí visitar a su madre.

Con la dirección correctamente escrita en un papel y un ramillete de flores en mi mano toqué a la puerta. Una niñita abrió la puerta. Le pedí hablar con la “Sra. Bautista”, ella me miró de modo extraño y me dijo que nadie con ese nombre vivía allí. Desilusionada me fui a sentar en la banca de una de las bahías de seguridad que en esa época embellecían las principales calles de Lima y revisé mis instrucciones nuevamente. No encontré ningún error, así que intenté nuevamente, explicando que deseaba hablar con la madre del Dr. Bautista quien trabajaba en el laboratorio del Instituto Nacional de Biología Animal. “¡Oh, Irene Iturrizaga!” dijo la niñita, y escuché un fuerte tono de voz de adentro de la casa.

Es difícil recapturar para la juventud actual el impacto de ese encuentro para una mujer joven de los años cincuenta. Costumbres de nombrarse se han cambiado tanto que el choque de encontrarme con una mujer con nombre propio y una personalidad también fuerte, me es difícil hacer imaginar para la mujer joven de hoy.  Esa tarde me abrió un mundo de  posibilidades hasta entonces nunca imaginado.

Practiqué mi Jaqaru con ella; fue ella quien me dijo que el nombre de la lengua era Jaqaru, no el que la daban en castellano; así se convirtió en uno de mis informantes y grabó muchos textos para mí. Tiempo después se convirtió en mi suegra y más tarde en la abuela de mis hij@s.

En todo me enseñó lo que debería ser una visión no sexista del mundo, no una en el que el sexismo es removido o superado, sino en el que la jerarquía de los sexos ni siquiera se imagina. Ella me enseñó esto del mismo modo en que me enseñó su lengua, en que me contó sus historias, en que me contó toda su vida, en la misma manera en que me describió sus tierras, cultivos y animales. Nunca entendió lo que el sexismo de la cultura de la ciudad había hecho a sus hijas. El concepto era inconcebible para ella; tampoco podía creer que fuera posible que se pensara así nadie en ningún lugar. De algún modo yo aprendí lentamente, pero ella fue una maestra paciente y gradualmente entendí lo que significa tener un sentido de persona completa.

He reconocido mi deuda con ella en la más reciente gramática de Jaqaru (Lenguas del Mundo/Materiales 183. München: Lincom Europa, 2000), pero le debo mucho mas que esto.

Durante un período muy difícil en el que deseaba ir a Bolivia para ver como el Aymara pudiera estar relacionado con el Jaqaru (cosa desconocido en esa época, y yo acababa de establecer que el Jaqaru y el Quechua pertenecían a diferentes familias lingüísticas), ella sacó de sus escasos ahorros y me dio lo que tenía para apoyar ese trabajo. De ese viaje descubrí que el Aymara era una lengua hermana del Jaqaru y así establecí la familia de las lenguas Jaqi.

Después, cuando empecé mis exploraciones de la lengua hermana Kawki, ella fue conmigo, nos cuidó a mí y a mi bebé y me presentó a sus amig@s y conocid@s dentro de la gente del Cachuy. También me ayudó con las grabaciones, las cuales conllevaron al reconocimiento del Kawki como una lengua diferente al Jaqaru.

Aun después, mientras yo enseñaba en Bolivia, ella vino a vivir conmigo y su nieto por un tiempo y, nuevamente, me ayudó en el desarrollo de la investigación del Aymara. Adoraba hablar Aymara con l@s vendedores del vecindario y comparar notas de la lengua, lo que ell@s podían entender junt@s, las diferencias.

Era una delicia escuchar su fuerte voz; hacía parecer mi voz, fuerte para los estándares americanos, suave. Su rápida percepción de las situaciones y gentes me enseñó mucho sobre cómo observar. Su memoria para los asuntos financieros me dejó fascinada.

Ella aprendió el castellano ya cuarentona, cuando se vino de la sierra para darles a sus hijos la oportunidad de la educación. Su castellano me hizo comprender más aun el Jaqaru. Nunca aprendió a leer o a escribir, pero sus hij@s lo hicieron, un motivo de gran orgullo para ella.

Mi nombre aparece en las bibliografías, pero mucho de lo que soy hoy en día, se lo debo a Mamá Irene. 

Originalmente se publicó en inglés en: 2001 Obituaries for Irene Iturrizaga Dionisio, Jaqaru speaker, Perú, … SSILA bulletin XX:3 October pp 6-7.

Un pensamiento en “Irene Iturrizaga Dionisio (1888 -1990)

  1. Nup'i en dijo:

    Hace un rato en el ómnibus pensaba en los materiales educativos para Tupe, más específico, sobre los materiales de jaqaru. Recordé gran parte de sus trabajos (estrictamente científicos), sus talleres que dictó, los audios que habías grabado y concluí a lo siguiente:
    1. Los materiales como adivinanzas, relatos… deberían recogerse de bocas de las personas más ancianas, tal cual lo relatan. Si fuera posible, sobre un mismo tema, grabar a varias persona y de ella concluir a un sólo argumento consensuado.
    2. Los materiales deben ser creado estrictamente por personas bilingües y, entre otras.
    El primero con el segundo es lo más esencial, ya que conservan la esencia estructural del pensamiento de la cultura y de esa manera es posible articular en el camino de la preservación y desarrollo de jaqaru como una cultura…
    Realmente, con lo que acabo de leer, mas aún, creo que estoy en la verdad.

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